Iglesia de Santi Michele e Magno

Alrededor de los más altos edificios del Rione Borgo y situada en el punto más septentrional del Janículo, es una de las iglesias de Roma invisibles desde la calle. Tiene orígenes bien antiguos, tanto que se comprueba desde el siglo IX, momento en el que fue construida por los Frisones --población germánica llegada de una región ahora repartida entre los Países Bajos y Alemania-- como capilla de su schola. A principios de la Edad Media, había en torno a la Basílica de San Pedro diversas comunidades destinadas a acoger y asistir lo peregrinos procedentes de una cierta nación: las scholae peregrinorum de los Frisones, así como de los Francos, Lombardos y Sajones.

En sus inicios, la iglesia estaba consagrada sólo a San Miguel Arcángel, fuertemente venerado tanto en Roma como en los pueblos nórdicos:  sin embargo, cuando se reconstruyó en el siglo XII desde su destrucción en 1084 durante los conflictos entre el emperador Enrique IV y los normandos de Roberto Guiscard, llegados por la liberación del papa Gregorio VII, recibió también el nombre de San Magno, dando acogida a sus reliquias. Entonces se añadió el campanario románico, que hoy sólo puede verse desde la plaza de San Pedro. El complejo experimentó nuevas renovaciones en los siglos siguientes: en el siglo XVIII, el arquitecto Carlo Murena confirió a la iglesia su aspecto Barroco y Neoclásico de hoy, respetando su estructura medieval.

 Los accesos a la iglesia se efectúan por medio de una pronunciada escalera, caracterizada por un arco circular de ladrillos, y que desemboca en un patio. Existe una otra entrada por la llamada "Scala Santa", que los fieles recorren de rodillas, como la Scala Santa de San Giovanni in Laterano. La escalera, a la que precede un vestíbulo de mármol del siglo XVI y que está insertada en el cuerpo de un edificio, enlaza el Borgo Santo Spirito y la parte final de la nave de la izquierda. La portada de la iglesia es por demás sencilla, y el interior presenta tres naves, definidas por antiguas columnas contenidas en pilares del siglo XVIII.

Así, en el interior de la nave se preserva lo que queda de su antiguo suelo cosmatesco. También se conservan en la iglesia diversas lápidas antiguas. Por ejemplo, hay una que data de alrededor del año 1300 y que describe el descubrimiento milagroso de las reliquias del obispo mártir San Magno en Fondi y su traslado a Roma, si bien la más antigua es la fragmentaria inscripción sepulcral del noble frisón Hebi, muerto en el año 1004.

En esta iglesia operaron diferentes comunidades eclesiásticas. Entre ellas, la Archicofradía del Santísimo Sacramento ha resistido hasta los días actuales. Desde 1989, el espacio de la iglesia fue concedido a la comunidad católica holandesa de Roma. Así, cada domingo es posible seguir el oficio litúrgico en neerlandés.

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