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El Cañón del Janículo

¿Sabías que todos los días, bajo la lluvia o bajo el sol, una curiosa costumbre romana tiene lugar desde uno de los puntos panorámicos más evocadores de la ciudad? Es el estruendo cañonazo de fogueo disparado desde la Colina del Janículo a mediodía en punto, una tradición que el 1 de diciembre de 1847 el papa Pío IX impuso como señal única de la hora en que todas las campanas de la antigua Capital del Estado Pontificio debían repicarse, pero el uso duró incluso con la Unificación de Italia.

Hoy en día el cañón se encuentra en el punto más alto de la colina del Janículo, a los pies de la hermosa estatua de Garibaldi, pero antes de llegar hasta aquí fue traslada al Castel Sant’Angelo en 1903 después de haber demorado por un breve período en las pendientes del Monte Mario. Durante la Segunda guerra mundial, el disparo del cañón fue temporalmente sustituido por el sonido de una sirena por razones de orden público. Así, hubo que esperar hasta 1959, precisamente el 21 de abril, en ocasión del 2712° aniversario de la fundación de Roma, para que el tradicional golpe de cañón volviese a tronar. 

El primer cañón que disparó desde el Janículo podría presumir de una larga historia: fue utilizado por la artillería del Reino de Italia para abrir la brecha de la Porta Pia y entrar en Roma en 1870. Desde 1991, se utiliza un obús del segundo conflicto mundial cargado con un kilo de pólvora. Antes de la introducción del telégrafo, y, hoy, del teléfono, la señal para iniciar el disparo del cañón llegaba de la Iglesia de San Ignacio: una canasta que contenía una bola negra se izaba en un poste largo colocado en el techo de la iglesia y se dejaba caer a las doce en punto. El oficial encargado del cañón la atisbaba con unos prismáticos así, nada más caer la bola, daba la orden de disparar.

Hoy, en los días en que la ciudad es menos ruidosa, el trueno del cañón puede oírse hasta el Esquilino: un disparo de valor simbólico, pero no menos agradable para los romanos y los visitantes de la ciudad.

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