El Sepulcro del Largo Preneste, que fue construido entre los siglos II y III d.C., no es más que un sepulcro en opus latericium, con un aspecto que recuerda a los edificios de carácter funerario presentes en la Vía Latina y en la Vía Appia Antica, o al cenotafio de Annia Regilla en la Caffarella.
Se trata de una tumba que en su exterior recrea determinados tipos de viviendas y que, en su época, es netamente revolucionaria y marca el inicio de una importante tendencia en la arquitectura funeraria romana de los siglos siguientes.
En la fachada sobresale, seguramente, el magistral e innovador empleo de ladrillos rojos y amarillos, y por encima a la cornisa, situada en la entrada, aparecen los restos de una secuencia de arcos suspendidos, igualmente de ladrillo, que posiblemente soportaban un balcón análogo a los de las residencias de Ostia Antica.
Por el lado oeste del edificio, y separados de él, figuran pruebas de una antigua escalerilla que permitía el ascenso a la segunda planta, actualmente desaparecida, parcialmente remplazada con las paredes modernas de un edificio rural del siglo XVIII.
En su interior, el Sepulcro es una única cámara con cúpula de crucería, cuyo aspecto permanece aún en la actualidad, en cuyas piedras se sitúan diversas cavidades sobre las que se coloca un frontón con pequeñas columnillas y soportes. Además, existen trazos de estuco blanco que aún persisten en el interior de los nichos.
En la actualidad, la tumba presenta un techado contemporáneo de doble inclinación con el que el monumento ha adquirido su clásica estructura de templo.
Durante los años 1956 y 1958 en los entornos del edificio se efectuaron diversas inspecciones arqueológicas que revelaron los fragmentos de una necrópolis que coincidía con la cripta de ladrillos.
Murallas aurelianas
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