Santa María la Antigua y Oratorio de los Cuarenta Mártires

La iglesia de Santa Maria Antiqua es el lugar de culto cristiano más importante y antiguo del Foro Romano, una joya escondida, descubierta en 1900 en las pendientes del Palatino. Fundada en la mitad del siglo VI sobre los restos de un gran complejo arquitectónico del período de Domiciano, Santa María la Antigua conserva en sus paredes un importante patrimonio de frescos que la convierten en un verdadero “museo” de la pintura romana del período de gran influencia bizantina en Roma. Después del terremoto de 847 en que fue enterrada, Santa Maria Antiqua fue abandonada hasta que, en el siglo XIII, de sus cenizas surgió una nueva iglesia barroca dedicada a Santa María Liberadora, reedificada en 1617 por Onorio Longhi, y finalmente derrumbada en 1889 para devolver a este antiguo lugar su primitivo aspecto.  

El interior se compone de tres naves con dos pequeñas capillas a cada lado del presbiterio. En el interior de la iglesia aún se pueden admirar las pinturas al fresco que ocupan unos 250 metros cuadrados, del siglo VI al siglo IX. El conjunto decorativo sufrió numerosas intervenciones, hoy identificables en la pared definida “palimpsesto” que conserva las seis capas de pintura realizadas a lo largo de la vida de la iglesia: Virgen con el Niño en un trono en ropa bizantina que data de la primera fase de la iglesia; del siglo VII es la Anunciación con el así dicho “Angelo Bello”. Especialmente bien conservado está el ciclo dedicado al martirio de los Quirico y Julieta, que recubre casi toda la capilla de Teodoto, del período del papa Zacarías (741-752). La capilla a la derecha del presbiterio está dedicada a los Santos Médicos. En la nave izquierda se representa una procesión religiosa de los santos de la Iglesia griega y latina, con Cristo en el centro, coronada por historias del Antiguo Testamento. 

Al lado de la entrada de la iglesia, se ubica el Oratorio de los Cuarenta Mártires, realizado en otro ambiente de época romana, probablemente la entrada a la Rampa de Domiciano, que conducía a los Palacios Imperiales en el Palatino. El nombre se debe a la pintura del siglo VII que adorna el ábside, en la que se exalta la devoción de 40 soldados cristianos condenados a morir en las aguas heladas de un lago en Armenia, en Sebaste, durante la persecución de Diocleciano. El oratorio, de planta cuadrangular, conserva en la pared derecha un fresco con San Antonio Ermitaño y un piso de fragmentos de mármol de época medieval.