Claro ejemplo del barroco romano, la Basílica de los Santos Ambrosio y Carlos en el Corso, más conocida como San Carlo al Corso, es la iglesia "nacional" de los lombardos, ya presentes en Roma a partir de la Edad Media y bien estimados como marmolistas y canteros. Y, en efecto, el Papa Sixto IV encargó a los maestros lombardos la ejecución de la Capilla Sixtina y de la Biblioteca Vaticana, y en 1471 autorizó la constitución de la Cofradía de los Lombardos, asignándoles como sede la iglesia de San Nicola de Tufis en Campo Marzio, que en un principio fue remodelada. Así, en 1612 se inició la construcción de una iglesia mucho más amplia consagrada a los Santos Ambrogio y Carlos Borromeo, últimamente canonizados.
Se necesitaron alrededor de ochenta años de trabajo para realizar la edificación de la nueva iglesia: se encargó la dirección de las obras a Onorio Longhi, quien fue sucedido en primer lugar por su hijo Martino Longhi el Joven, que diseñó una portada cóncava que luego no se materializó, y por último por Pietro da Cortona, lo que permitió la construcción de la tribuna, así como de la decoración de estuco en su interior (obra de Cosimo y Antonio Fancelli) y de la hermosa cúpula, que tiene fama de ser una de las más impactantes de Roma, colocada encima de un elevado tambor agujereado por ventanillas que invaden la sala de luz. La parte frontal, caracterizada por la presencia de enormes semicolumnas forradas de estuco amarillo, fue creada en 1684 por Gian Battista Menicucci y el capuchino Mario da Canepina, según el proyecto del cardenal Luigi Alessandro Omodei.
El impresionante interior, rico en estucos, mármoles y frescos, incluye tres naves con su bóveda de cañón y tres capillas por lado. Hay un fresco en la Nave sobre la "Caída de los Ángeles rebeldes", firmado por Giacinto Brandi, un discípulo de Lanfranco, también autor de la ornamentación en el interior de la cúpula. Pasando al altar mayor, es posible apreciar el imponente retablo con la "Gloria de los Santos Ambrosio y Carlos", entre las obras magistrales de Carlo Maratta. En el pasillo que bordea el presbiterio, siendo el único ejemplo en Roma y un indudable referente del gótico de la Catedral de Milán, se conserva la preciosísima reliquia del corazón de San Carlos, que Federico Borromeo obsequió a la iglesia en 1614. El altar de San Olav ubicado en la capilla que lleva el mismo nombre representa el santuario nacional de los católicos noruegos en Roma.
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