Casino Boncompagni Ludovisi (de la Aurora Ludovisi)

Ampliamente alabada en su belleza por Goethe, Stendhal, Gogol y D’Annunzio, la Villa Ludovisi con sus encantadores jardines se elevaba sobre los antiguos Horti Sallustiani y ocupaba un área de más de 30 hectáreas, desde la puerta Salaria hasta la puerta Pinciana, hasta el borde del convento de los Capuchinos. Destruida en nombre de la especulación inmobiliaria a finales del siglo XIX, la villa fue parcelada para hacer sitio a un barrio alto burgués, el actual barrio Ludovisi: permaneció intacto solamente el Casino, llamado de la Aurora, actual residencia de los Príncipes de Piombino.

De orígenes del siglo XVI, el Casino es un estiloso edificio de dos pisos con ático y torreta mirador. En 1858, se añadió una parte delantera sobre cada brazo, confiriéndole así una planta cruciforme: a querer la restauración fue el príncipe Antonio Boncompagni-Ludovisi, como recuerda la inscripción en la entrada. Colecciones de arte y frescos acogen al visitante en su interior. Entre las obras más importantes, el célebre pinto a fresco de laa ópera de Guercino que representa la Aurora que da el nombre de la Sala que lo acoge y del Casino mismo. Coronada con una guirnalda de rosas por un amorcito, la Aurora vuela en un carruaje arrastrado por dos caballos en la inmensidad de la bóveda celestial, mientras la noche desaparece ante el nuevo día. Las decoraciones arquitectónicas a fresco fueron realizadas por Agostino Tassi. También obra del Guercino son los frescos de las paredes de la Sala del Camino, con paisajes que simulan espacios abiertos, y la representación alegórica de la Fama en el techo de la Sala homónima: al sonido de una larga trompeta, la Fama destaca el vuelo triunfante con el Honor y la Virtud, en cuyas vestiduras   son reconocibles los colores del escudo de la familia Ludovisi.

Una sala de dimensiones reducidas, situada en la planta noble conserva finalmente, en la bóveda, una pintura al óleo en la pared atribuida a Caravaggio, realizada quizás por el cardenal del Monte, protector del pintor y propietario del Casino durante algunos años. Como el cardenal se deleitaba en la alquimia, Caravaggio pintaría allí una alegoría de la triada alquímica de Paracelsus. Pinturas utilizando una perspectiva audaz a través de la técnica de abajo para arriba, Júpiter, Plutón y Neptuno son acompañados por los animales simbólicos que los representan: el águila, Cerbero y un caballo de mar. En el centro de la escena se encuentra una gran esfera luminosa en cuyo interior se reconocen algunos signos del zodiaco.