A menudo, el litoral evoca imágenes ligadas al mar, al sol y a la diversión. Poca gente conoce la historia del saneamiento de Ostia. En el siglo XIX llegaron aquí braceros provenientes sobre todo de la provincia de Rávena que pusieron su experiencia a disposición para desaguar las ciénagas y sanear las áreas insalubres.
Terrenos pantanosos se alternan con áreas de bosque, el agua se estancaba y no llegaba al mar. El Estado Pontificio llevó a cabo un primer intento de saneamiento entre 1858 y 1868. El objetivo, ambicioso para la época, era hacer productivo el territorio y desaguar las ciénagas para hacerlas cultivables, para lo cual se instituyó una sociedad con capital francés, «Pio Ostiense». El primer intento se le encargó a un ingeniero francés, Froyer.
La recuperación duró poco, de hecho Lattanzi describe muy bien la situación en el ensayo Pan y Trabajo, historia de una colonia cooperativa: los braceros romañolos y el saneamiento de Ostia, cuando dice «La intención del francés era claramente apreciable y a continuación, los partidarios del saneamiento “colmatado” serán numerosos y bien aguerridos; pero su febril actividad encontró algunos problemas ligados tanto a la naturaleza del lugar como a un error en el cálculo de la inclinación del canal derivador Tíber-ciénaga. De hecho, el área del delta no se prestaba a obras de ingeniería hidráulica: la espesa vegetación y los continuos desniveles del terreno creaban continuas dificultades mientras que un intrincado laberinto de “inclinaciones” y “albercas” necesitaba la utilización de ingentes medios financieros y de tecnologías de vanguardia aún no disponibles. Diques, canales y empalizadas fueron engullidos por los pantanos en poco tiempo, decretando el fracaso del intento». Los partidarios del saneamiento no se desanimaron y encargaron el segundo intento al profesor Guidi y al ingeniero Fumaroli, respectivamente el diseñador y el constructor de la nueva bomba de agua. Este procedimiento también resultó un fracaso.
Los análisis erróneos y los cálculos inexactos llevaron a una serie de fracasos, incluido el intento de realizar una serie de esclusas que, a causa de la escasa manutención, significó el enésimo fracaso.
Se intentó un sistema llamado «desembocadura continua», ¡pero nada! Con el estado unitario la operación se volvió aún más urgente, era inadmisible que el litoral de la capital del Reino continuara en aquellas condiciones insalubres.
Diferentes comisiones realizaron inspecciones durante años para decidir qué hacer, retomaron los intentos y volvieron a ser fracasos. Tras las obras de 1873 se instauró en Ostia una consulta sanitaria. En 1884 llegaron 500 braceros para el reavivamiento, protagonistas de la real obra de saneamiento de la zona.