Historia y arte, desde el norte hasta el sur de Europa, se unen en la que ha sido la iglesia de referencia para la comunidad católica alemana en Roma durante más de 600 años. Todo comenzó de hecho en el lejano 1350, cuando una pareja originaria de Dordrecht (en los actuales Países Bajos), que visitaba Roma en ocasión del año santo, donó algunas de sus casas para convertirlas en oratorio y hospicio para acoger a los pobres, los peregrinos alemanes, flamencos y holandeses, con la condición de que el abad fuese de habla alemana.
El oratorio del siglo XIV fue renovado y ampliado por primera vez en el siglo XV, pero poco después, con motivo de otro año santo, el de 1500, se decidió reconstruirlo en formas mucho más impresionantes gracias también a la financiación de Johannes Burckard, el influyente maestro de ceremonias de Alejandro VI Borgia. Seriamente dañada en el Saqueo de Roma de 1527, la iglesia vivió quizás el momento más difícil tras la invasión francesa de 1798, cuando fue utilizada como granero y establo: solo con Pio IX fue devuelta al culto y a su destino original.
La alta fachada de ladrillo, atribuida al genio de Giuliano da Sangallo y construida entre 1514 y 1523, se caracteriza por el riguroso estilo renacentista. Robustas cornisas la dividen en tres órdenes horizontales, el último de los cuales muestra un gran óculo central entre los dos escudos de armas de Adriano VI, que yace en esta iglesia. El grupo escultórico del tímpano del portal central es obra de Andrea Sansovino: representa a la Virgen con el Niño entre dos figuras arrodilladas y es probablemente una reproducción del antiguo fresco encontrado a finales del siglo XV que representa a María entre dos almas del Purgatorio, detalle del que la iglesia toma su nombre. Visible solo desde el Vicolo della Pace es el elegante y original campanario de ladrillo, construido según diseño de Andrea Sansovino, con ajimeces renacentistas, pináculos de estilo gótico y una aguja cubierta de cerámica de colores.
El sobrio equilibrio del exterior, se contrarresta con la riqueza y la solemnidad del interior de tres naves, dividido por enormes pilares asentados sobre basamentos muy altos. Las naves están flanqueadas por capillas que se elevan hasta la bóveda. Según el modelo de las “Hallenkirchen”, o iglesias de sala, estilo típico de las iglesias germánicas del gótico tardío. Las ocho capillas albergan una serie de obras maestras: entre otras, los frescos de Francesco Salviati para la Capilla de los Margravi de Brandeburgo, encargada por el cardenal Johann Albrecht de Brandeburgo, arzobispo de Magdeburgo y gran adversario de Lutero; los “Milagros de San Bennone” de Carlo Saraceni, pintor celebérrimo en la primera mitad del siglo XVII como primer gran sucesor de Caravaggio; una “Piedad” de Lorenzetto rematada por Nanni di Baccio Bigio; las “Escenas de la Vida de la Virgen” pintadas al fresco por Girolamo Siciolante da Sermoneta.
Pero es el altar mayor el que alberga quizás las dos obras más famosas de esta iglesia. Representa la Sagrada Familia, el maravilloso retablo de Giulio Romano, el alumno más talentoso de Rafael: encargado por Jakob Fugger -el principal empresario alemán de principios de la Edad moderna y financista de la elección imperial de Carlos V- para la capilla familiar, fue trasladado al altar mayor a finales del siglo XVIII para protegerlos de los daños por las inundaciones del Tíber. A la derecha, el monumento funerario diseñado por Baldassare Peruzzi contiene los restos del papa Adriano VI, nacido Adriaan Florensz, originario de Utrecht y fallecido en 1523 tras sólo trece meses de pontificado.
Pontífice de estilo austero, libre de cualquier forma de nepotismo y con escaso amor por el arte clásico, Adriano VI no fue recibido con entusiasmo por los romanos. Enterrado inicialmente en la Basílica de San Pedro, entre los pontífices Pío II y Pío III, fue consecuentemente recibido con una pasquinata que ha pasado a la historia: “Hic jacet impius inter Pios”, es decir, “Aquí yace un impío entre los piadosos”. Tal vez fue ese epitafio sarcástico lo que convenció al cardenal Vilhelm van Enkenvoirt, amigo del pontífice, también enterrado en la iglesia, de trasladar aquí sus restos. Enmarcada por las cuatro virtudes cardinales, la figura reclinada del papa ocupa el centro del monumento; en la parte inferior, un relieve muestra la entrada de Adriano VI en Roma, representada por la estatua del Tíber con la cornucopia, la loba con Rómulo y unos edificios característicos.
Piazza Navona
Uno de los complejos urbanísticos más espectaculares de la Roma barroca
Iglesia de Santa Maria della Pace
Iglesia de San Giuliano dei Fiamminghi
Las lapidas de las inundaciones
Informaciones
For the timetable of the masses and visiting conditions, please consult the contacts.
Location
Para conocer todos los servicios de accesibilidad, visite la sección Roma accesible.