En la plaza Manfredo Fanti, rodeado de un pequeño jardín, se levanta el edificio monumental, inspirado en tipologías arquitectónicas clásicas, una idea que se debe al ictiólogo de Como Pietro Carganico, cuyo proyecto fue construir un acuario con un establecimiento de piscicultura principalmente para fines recreativos, sobre el modelo de las glorietas parisinas, embellecido por un estanque y pequeños puentes.
La construcción formaba parte del proyecto de modernización de Roma de Quintino Sella, con la idea de hacer de la capital un centro de ciencia. Inaugurado en 1887, a partir de un proyecto del arquitecto Ettore Bernich, el Acuario fue utilizado para sus fines institucionales por un corto tiempo: entre 1900 y 1930, fue teatro (allí actuaron Petrolini y Viviani), sala cinematográfica, circo y, por último, se utilizó como almacén de la Gobernación y depósito de los escenarios del Teatro de la Opera hasta su abandono en 1984.
El Acquario Romano presenta un cuerpo cilíndrico con antecuerpo de entrada con arco de nichos, al que se accede por dos escaleras simétricas. La fachada principal tiene una rica decoración inspirada íntegramente en temas acuáticos, como las esculturas de “La Pesca” y “La Navegación” en los quioscos a ambos lados de la entrada, y el grupo escultórico de coronación del ático que representa el carro de Venus tirado por un tritón y una nereida.
En el pintoresco jardín adyacente, emerge uno de los más interesantes rasgos de las Murallas Servianas, levantadas alrededor del siglo IV a.C. para defender Roma. Los restos arqueológicos no consisten solo en la estructura en grandes bloques de toba, sino en el sistema defensivo en su totalidad: la muralla y el profundo foso que la completaba y reforzaba en su exterior, al que se adosaban varios edificios de edad imperial.
Al entrar, se accede al atrio por los esplendidos ornamentos “de estilo pompeyano”, con estatuas en los nichos, hasta alcanzar la sala central elíptica, dominada por una claraboya. Un doble orden de columnas de hierro fundido que sostienen la galería superior y el techo, resalta la sala central, donde en la planta baja se abrían las cubas -ahora tapadas- decoradas con espejos pintados por Silvestro Silvestri. El ambiente fascina por sus espectaculares y numerosas decoraciones.
Tras una larga restauración, destinada a restituir la imagen original, el Acquario Romano es ahora Casa de la Arquitectura: un lugar para dar voz y difundir los nuevos flujos proyectuales, para exponer las últimas tendencias de la arquitectura y del arte local e internacional, un foro polifuncional donde promover la cultura y organizar eventos y actividades institucionales de la Orden de los Arquitectos.
Crédito a la foto: Acquario Romano Official Website.
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