La Basilica di San Pancrazio, una de las basílicas menores de Roma, se encuentra en la colina del Janículo. Según informan las biografías de los pontífices, fue fundada entre finales del siglo V y principios del siglo VI d.C. por el Papa Simmaco en el lugar donde el santo originario de Frigia fue martirizado en época de Diocleciano.
Reconstruida durante el pontificado de Honorio I (625-638), la basílica, junto con la basílica de Sant’Agnese, formaba parte de las así dichas iglesias “cementerio” que el papa quiso para promover el culto de los santos.
Sufrió varias renovaciones a lo largo de los siglos: en 1600 tuvo lugar la intervención más importante que supuso la restauración de la planta de la basílica y la sustitución de las columnas por pilares.
Todavía se pueden ver algunas de las partes realizadas en la época de Honorio I.
Entre las obras de suma importancia destacan el hermoso lienzo de Palma il Giovane (1548-1626) con “El éxtasis de Santa Teresa” y los frescos de la tribuna atribuidos a Antonio Tempesta (1555-1630) que representan a San Pancracio y a otros santos. El techo artesonado de madera del siglo XVII también merece ser visto.
Debajo de la iglesia se hallan las catacumbas del siglo IV a.D. En un principio fueron llamadas Coemeterium Otcavillae, por el nombre de la matrona romana que recogió los restos del mártir, haciéndolos enterrar en su propia necrópolis.
Aquí se encuentra el cubículo o cámara sepulcral “de Botrys” -del nombre del difunto- con frescos fechables en finales del siglo III y una inscripción en griego en la que aparece el término “christianós”, un hecho inusual en las catacumbas.
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