Para los nacidos en Roma, la fiesta del Primero de Mayo, llamada "Maggetto", está inextricablemente relacionada con dos alimentos: las habas frescas y el queso de oveja, una deliciosa y nutritiva combinación.
Las habas, propiamente romanas, tiernas, frescas y de color verde vivo, son típicas de la zona y un ingrediente esencial en muchos platos romanos, como la “Vignarola” (acompañamiento de alcachofas, guisantes y habas) y las “Fave al guanciale romanesco” habas al guión romanesco. También están vinculadas a la antigua costumbre de conmemorar a los muertos, por lo que se denominan “Fave dolci o fave dei Morti” habas de los difuntos o habas dulces con almendras, específicas de las fechas de comienzos de noviembre.
El Pecorino Romano DOP, que tiene un sabor aromático y delicadamente picante, se obtiene gracias al uso de leche fresca de ovino. Sus orígenes se remontan a más de dos mil años: los antiguos romanos apreciaban su fuerte sabor; los legionarios lo acompañaban con la sopa de espelta porque les aportaba una cantidad considerable de proteínas y la energía que necesitaban.
Degustar estos dos manjares es fácil: sólo hay que desgranar las habas en el plato y partir el queso pecorino en trozos o en laminillas, combinando todo con un buen vino de los Castelli Romani.
Ya sea en un viaje fuera de la ciudad, un día en la playa o a orillas del lago, un picnic en un gran parque, en medio de la vegetación, o simplemente en la mesa de casa, una comida con estos dos delicias es obligatoria en una agradable jornada al comienzo del sol de primavera.