Desde el Coliseo se prosigue hasta llegar a otra de las etapas obligadas: el Palatino, el área donde Rómulo fundó la Ciudad Eterna en el año 753 a.C. ya que, según la tradición, un pastor encontró a los gemelos Rómulo y Remo a los pies de esta colina, mientras una loba los amamantaba.
El Foro Romano, el área arqueológica más importante de la capital, era el centro político, económico y religioso de la antigua Roma: un paseo por la Vía Sacra pasando junto a monumentos milenarios, os permitirá recrear una civilización de la que somos los herederos.
Hacia finales de la época Republicana, el Foro Romano se reveló insuficiente para llevar a cabo sus funciones de centro monumental y administrativo de la ciudad, por lo que César pensó en ampliar la zona construyendo el primero de los Foros Imperiales. Necesitaréis echar mano de vuestra creatividad para poder imaginaros el área completa que formaba el antiguo Foro y el resto de magníficas ruinas antiguas, ya que el ochenta por ciento del total de los restos arqueológicos se encuentra aún enterrado bajo la homónima calle, construida en 1.933.
Aún así, el área arqueológica recuperada ha revelado aspectos importantes de los grandiosos conjuntos monumentales, por lo que vale la pena visitarla.
Continuando hacia Plaza Venecia, a vuestra derecha encontraréis los famosos Mercados de Trajano, situados entre el Foro de Trajano y las laderas del Quirinal, considerados antiguamente una de las maravillas del mundo clásico. El conjunto arquitectónico era un auténtico barrio por el que pasaba la Vía Biberatica, llamada así a causa de las tabernas que albergaba y por las tiendas de pimienta y especias. En este mercado se podía adquirir prácticamente de todo: pescado fresco, especias mediorientales, fruta, flores, sedas y telas, como en un moderno centro comercial.
Una vez visitado el centro, se puede continuar el recorrido con un buen paseo hasta el Lungotevere Augusta y visitar la nueva sede que alberga el Ara Pacis Augustae, un moderno museo proyectado por el arquitecto norteamericano Richard Meier.
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