Santuario della Madonna del Divino Amore

En Castel di Leva, una zona del Agro Romano a unos 12 km de Roma, había una fortaleza del siglo XIII, propiedad de la familia Orsini.

En una de las torres del antiguo castillo, llamado dei Leoni - de donde deriva la posterior degradación y denominación de la zona- se pintó al fresco una imagen de la Virgen. La Virgen, sentada en un trono con el Niño Jesús en brazos, estaba dominada por una paloma con las alas extendidas que representaba al Espíritu Santo. No se sabe con exactitud cuándo se realizó el fresco. Está fechado aproximadamente a finales de 1300, en particular se refiere a los rasgos somáticos característicos del rostro de la Virgen María.

La imagen fue muy querida y venerada, especialmente por los pastores de la zona que se reunían bajo ella en las frías noches de invierno para rezar el Rosario.

Un día de primavera de 1740, un viajero cuyo nombre nunca se conoció, probablemente un peregrino en su camino a San Pedro se perdió por esos vastos y desiertos caminos rurales. Para pedir información, se dirigió al castillo, pero justo cuando estaba a punto de entrar, fue acorralado por una furiosa jauría. El pobre se asustó, pero pronto se dio cuenta de que en la torre había una imagen sagrada de la Virgen con el Niño y recurrió a ella en busca de ayuda, con todo el poder de su fe. Las bestias se detuvieron de repente, como si obedecieran una orden milagrosa.

El eco de lo sucedido llevó a la jerarquía eclesiástica y al cardenal vicario, el carmelita descalzo Giovanni Antonio Guadagni, a visitar Castel di Leva. Se decidió proteger la imagen de la Virgen, desprendiéndola de la torre y trasladándola temporalmente a la pequeña iglesia de Santa Maria ad Magos, en Falcognana, una localidad a 2 km de Castel di Leva.

En 1742 se llevó a cabo el desprendimiento del fresco de la torre, que causó daños irreparables a la imagen sagrada. Además, el traslado del cuadro a la pequeña iglesia de Falcognana desencadenó el caos entre el Capítulo de San Juan in Letrán, al que pertenecía, y el Conservatorio de Santa Caterina della Rota ai Funari, propietario de Castel di Leva y, por consiguiente, de la pintura. La Sacra Rota intervino con decisión definitiva el 8 de marzo de 1743. Se decidió que la imagen pertenecía al Conservatorio de Santa Caterina y que las ofrendas de los romeros se utilizarían para la construcción de una iglesia en el lugar donde ocurrió el milagro.

Las obras comenzaron en 1744, para las cuales Benedicto XIV encargó al arquitecto Filippo Raguzzini. En solo un año, la nueva iglesia estaba lista para albergar la imagen bendecida.

El 19 de abril, lunes de Pascua de 1745, tuvo lugar el traslado. Una multitud gigantesca de romanos y habitantes de los Castelli Romani acompañó la prodigiosa efigie, con confalones y cofradías desde la pequeña iglesia de Santa Maria ad Magos hasta el Santuario recién erigido. El Papa otorgó indulgencia plenaria a todos los participantes, así como a quienes visitaron la imagen dentro de los siete días posteriores al traslado.

El 31 de mayo del Año Santo de 1750, la iglesia y el altar mayor fueron dedicados solemnemente al Divino Amore, título que aclara la naturaleza de la Virgen María: una niña que aceptó convertirse en Madre del Salvador porque era llena del Espíritu Santo o del Amor Divino. La celebración estuvo presidida por el obispo de Padua, cardenal Carlo Rezzonico, quien ocho años más tarde ascendió al trono papal con el nombre de Clemente XIII.

El Santuario se convirtió rápidamente en el centro de ferviente devoción popular y destino de numerosas peregrinaciones. Por tanto, era necesario brindar asistencia espiritual a quienes acudían al santuario de Castel de Leva para confesarse y comulgarse. Se decidió confiar el cuidado del santuario a sacerdotes que vivían allí solo en los períodos de gran afluencia, es decir, durante Pentecostés. Recién en 1802, el Santuario obtuvo su primer vice párroco, con la obligación de residencia.

Después del 20 de septiembre de 1870, con la proclamación del primer gobierno italiano y la expropiación de los edificios y terrenos eclesiásticos, el Conservatorio de Santa Caterina fue confiado a una Junta Directiva, que, para mantener los límites del conservatorio, decidió alquilar la finca. El patio pronto se convirtió en una especie de almacén y granero al aire libre, así como en una oportunidad de ingresos para los vendedores ambulantes sin escrúpulos con sus puestos y chozas.

En junio de 1930 tuvo lugar el sensacional robo de todas las joyas y oro ofrecidos a lo largo de los siglos por los devotos de la Virgen. Esto obligó al Vicariato de Roma a enviar, con la obligación de residencia, un rector que a partir de 1932 también se convirtió en párroco de la nueva Parroquia del Divino Amore. El primero fue Don Umberto Terenzi, quien el 25 de marzo de 1942 estableció la Congregazione delle Figlie della Madonna del Divino Amore, a la que, en 1962, le siguieron los sacerdotes Oblatos que custodian el santuario desde entonces.

En 1944, durante la Segunda Guerra Mundial, el fresco de la Virgen se trasladó como medida de precaución a la iglesia de Sant’Ignazio, donde el pueblo romano lo invocó para la salvación de la ciudad, prometiendo erigir un nuevo santuario.

El 12 de septiembre de 1944, la imagen de la Virgen regresó al santuario.

En 1947 se construyó la Cripta de la Addolorata en el aljibe del antiguo palacio, que aún conserva el espléndido piso de mosaico cosmatesco. Aquí, se puede admirar una reproducción artística del primer milagro de la Virgen del Divino Amore y el Voto de María.

Desde 1935, la torre del primer milagro, una construcción con ladrillos de toba cuadrados, de unos 10 metros de altura, alberga una reproducción del cuadro original, realizado en mayólica.

El 4 de julio de 1999, el Nuevo Santuario fue consagrado y los romanos fueron disueltos por el voto del 4 de junio de 1944.

Hoy, el santuario sigue siendo un destino de peregrinaciones. Muchos de ellos tienen lugar los sábados desde Semana Santa hasta finales de octubre, a partir del Circo Máximo. Desde aquí se puede llegar al santuario a pie, incluso descalzo. Cerca de la iglesia, algunos fieles continúan de rodillas, para demostrar su gran devoción a la Virgen, Salvadora de la Ciudad.