A lo largo del litoral romano podemos ver el ecosistema de dunas, cada vez más raro en las costas de la península italiana. Las dunas se formaron gracias a los depósitos de arena y sedimentos arrastrados por las aguas del Tíber, y que gracias a la fuerza del mar se distribuyen a lo largo de la costa.
En este primer estrato se deposita la arena transportada por el viento, creando así un efecto de estabilización que permite la formación de vegetación. Esta es fundamental porque protege la línea costera de la erosión marina.
Las dunas de Castel Porziano se encuentran en el tramo del litoral denominado «i cancelli» («las cancelas») y se extienden a lo largo de 5 km.
La Duna de Capocotta representa la última franja de la Reserva del Litoral Romano y es la duna más lejana de la desembocadura del Tíber. Toda el área está catalogada como Lugar de interés Comunitario y forma parte de las Zonas Especiales de Conservación.
La azucena de mar, la centaurea y la manzanilla de mar florecen en diferentes períodos del año; los penachos del carrizo le dan ese toque característico al ambiente, todo acompañado por el perfume del enebro rojo.
La maquia mediterránea caracteriza el cordón más espeso de la vegetación con lentisco, zarzaparrilla, erica y retama. Pero las dunas también albergan una fauna muy variada y con nombres comunes tan curiosos como el alcaraván, que junto con codornices, currucas, ruiseñores y abubillas encuentran refugio en las dunas de Castel Porziano; Aquí viven insectos como la mariposa de pancracio o la oruga de rayas multicolores.
El ambiente detrás de las dunas está habitado por comadrejas, conejos y puercoespines. Entre las dunas de Capocotta, utilizando las pertinentes pasarelas que llevan al mar, es posible avistar la Tortuga Mediterránea.
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