Podéis transcurrir una agradable mañana paseando por las calles del centro histórico, en busca de los animales simbólicos que evocan mitos y eventos históricos. Empezamos por el Capitolio donde a los pies de la “Cordonata” (la escalinata con balaustrada) nos aguardan dos Leones egipcios de granito negro que fueron horadados para convertirlos en fuentes: en las fiestas solemnes de ellos brotaba vino de los cercanos “Castelli romani”, en vez de agua. En las cercanías del Palacio Venecia, podemos recorrer la Via della Gatta, que debe su nombre a que en la primera cornisa que hay en la esquina de Palazzo Grazioli, hay una estatua de un gato egipcio, hallado a pocos metros de distancia en el antiguo santuario de Isis. Según narra una leyenda, la gata mira en dirección de un lugar que debería custodiar un tesoro, aunque hasta ahora nadie ha conseguido encontrarlo….. Continuamos nuestro paseo dirigiéndonos a la Plaza de la Minerva, donde se puede admirar un elefante, apodado por los romanos “Pulcin della Minerva”: parece que se trate del nombre afectivo de la palabra “porcin” (puerco) con que los romanos bautizaron la estatua, porque la consideraron rechoncha. Alejémonos del elefante para dirigirnos hacia la iglesia de San Luis de los Franceses: en su fachada podremos observar dos salamandras que escupen llamas. Estos relieves hacen referencia a una leyenda asiática que dice que la salamandra alimenta el fuego benéfico que apaga el nocivo. Y ya en la adyacente Plaza de San Eustaquio una cabeza de ciervo con una cruz entre su cornamenta corona la iglesia del citado Santo. Una leyenda medieval relacionada con esta estatua narra la historia de Plácido, un comandante del ejército romano que se convirtió tras habérsele aparecido una cruz con la imagen de Cristo entre la cornamenta del ciervo que estaba a punto de matar. Plácido se bautizó y cambió su nombre por Eustaquio. Ahora nos trasladamos hasta la Plaza Barberini, donde en la esquina con la Vía Veneto encontramos tres abejas protegidas por una enorme concha: se trata de la fuente realizada por Bernini en 1644, restaurada sucesivamente en el año 2000. Nuestro itinerario termina en la Plaza Mattei, donde podemos admirar la Fuente de las Tortugas, realizada a finales del siglo XVI siguiendo el proyecto de Giacomo Della Porta, relacionada con una leyenda romántica. Según parece, el Duque Mattei quiso demostrar al padre de su enamorada que era un hombre poderoso, ya que éste no lo consideraba así. Así pues, hizo construir esta maravillosa fuente delante de las ventanas de su palacio en una sóla noche. Las tortugas fueron añadidas, probablemente por Bernini, más tarde, en el año 1658 y han sido robadas en numerosas ocasiones, pero siempre se han podido recuperar y colocar de nuevo en la fuente. Cuando en el año 1981 robaron otra vez una de las tortugas, se decidió sustituir todas las tortugas con copias de las originales, y las tres tortugas que se salvaron se conservan en los Museos Capitolinos